










La mente se transforma, la visión cambia, se vuelve totalmente neutra como si mis ojos transmitieran al papel una señal de televisión de los años 50. El blanco y el negro en todas sus tonalidades se adueñan del papel. Es aquí donde ellos buscan su protagonismo y se exaltan, luchando unos con otros para poder ser el tono apropiado. Dejo que se peleen, que compitan y logren conquistar a mis ojos con esa gama exquisita que solo uno, o varios en una unión perfecta, son capaces de deleitar y generar placer a la vista.